La semana pasada, en mi última visita a la consulta de my psychologist, le conté algunas cosas que son dignas de recoger en un post. Son algo personales, pero aquí van:
En la madrugada del pasado jueves, serían alrededor de las tres y media, me desperté bruscamente, sobresaltado, como si alguien me estuviese zarandeando. Cuando recuperé algo de conciencia, me di cuenta de que no había nadie despierto junto a mí y, aún más alarmado que unos segundos antes, intenté recordar algo del sueñoque tan extrañamente había sido interrumpido. Entonces, muy lentamente, se me dibujó una sonrisa en la cara: Soñé que soñaba en inglés.
Por fin, había conseguido soñar en inglés. Después de tantos años estudiando y rodeándome de mil y una formas de ese idioma (de pesadilla por fin), al final había tenido un sueño, o más bien, una nightmare in English. ¿Habría merecido la pena tanto dinero invertido en viajes a Inglaterra, a Irlanda e incluso a Gibraltar (a este último en autoestop)? Por no citar aquel fin de semana en un pueblecito de la sierra de Huelva, donde no había hotel y no tuvimos “más remedio” que hospedarnos en casa de un matrimonio de ingleses que regentan un estupendo Bed and Breakfast. Quizá lo que hasta hace unos minutos consideraba una obsesión, tan, tan obsesiva que de hecho, me había llevado a contratar los servicios de una psychologist inglesa, a la que me costaba trabajo contar todas mis intimidades, finalmente se había convertido en algo natural. Soñar debe de ser de lo más natural del mundo, pensé yo, pero de todas formas, esto se lo tengo que contar en la próxima sesión a Kate, que aunque no sea de aquí, seguro que habrá estudiado a Freud y algo entenderá del significado de los sueños.
¿Pero por qué esa noche precisamente? ¿Porque me había pasado la tarde actualizando mi CV en inglés? ¿Porque había cenado con la Au Pair candiense (Rebecca) que lleva un par de meses viviendo en casa y que comparte habitación estos días con Daisy (la tercera australiana a la que alquilo una habitación at home a través de airbnb.com para practicar el idioma)?
Daba igual, sea como fuere, al final yo estaba en lo cierto. El hecho de llevar esto hasta el extremo, llegando incluso a configurar el bluetooth del coche en inglés para que me dijera good-bye cada vez que me bajaba, había sido todo un acierto. Ya intuía yo que, pese a la connotación negativa del término “obsesivo”, que utilizo cuando hablo de mi relación con el inglés, esto no debía ser tan malo. Máxime cuando una tarde de domingo, leyendo The Da Vinci Code, me enteré (porque de algo si que me enteré al ser el enésimo libro que compraba en este idioma) de que el erudito abuelo de la protagonista (francés al igual que ella), además de enseñarle juegos matemáticos y acertijos, desde niña, sólo hablaba con ella en inglés cuando estaban en casa. Y en francés fuera de ella, claro.
Sin duda, esto de hablar en inglés con mis hijos no debía ser tan malo, aunque el hecho de no haber conocido en persona a nadie que lo hiciese exactamente igual hasta la fecha, me hacía recelar al principio. Y digo exactamente igual porque aún recuerdo a un papá inglés con el que he coincidido varias veces en un parque cerca de casa, y al que consideré en ese momento my opposite, porque vivía aquí en España rodeado de ingleses y su única forma de practicar a diario el idioma era hablar a su hija, de dos años e inglesa, en español. Un idioma que no era el suyo y que seguía aprendiendo.
Ya lo había conseguido. Soñar en inglés. ¿Hemos llegado a la cima? ¿Sería ya el momento de “aflojar” y relajarme un poco? ¿Podré empezar a hablar en español a mi mujer cuando estén los niños presentes? ¿Podré aceptar a algún contrincante que quiera jugar conmigo al scrabble (apalabrados / angry words) en español a través del móvil? ¿Habrá llegado el momento de dejar de sentirme ridículo contando las repeticiones en inglés cuando hago ejercicio en el gym? Quizá ya podamos empezar a alternar, sólo algunos días el Our Father, con el Padre Nuestro antes de irnos a dormir, y quizá, sólo quizá, pueda dejar de asistir a estas sesiones de terapia psicológica que al final terminarán con mi “británicamente menguado” budget (presupuesto).
Puede que haya llegado el momento de acabar con todo esto del bilingüismo sin esfuerzo para mis hijos. Quizá sea hora de acabar con el blog. Con lo que me costó apuntarme y ser aceptado en una asociación de mujeres extranjeras, (máxime sin ser mujer y sin ser extranjera) con el fin de que mis hijos jugaran con otros niños angloparlantes. Con lo que me costó encontrar mi primer trabajo conduciendo coches de caballos por el centro de la ciudad para mantener conversaciones relacionadas con mi pasión por la Historia. Con lo que me costó encontrar a alguien que viniese desde Hong Kong a trabajar a casa como nanny/empleada de hogar, que no tuviese ni idea de español y que supiese jugar a Hide&Seek. Con lo que me costó encontrar una cantante inglesa que medio se entendiese (Adele) y que nos gustase a los 5 miembros de la familia. Con lo que me costó…
My psychologist: Sorry, but… Could you please tell me what the nightmare was about? It’s half-past five and we’re running out of time.
Bueno, pues soñé que mi padre, cuando yo era muy, muy pequeño, decidió hablarme en inglés…
My psychologist: And was that a nightmare? Your father speaking to you in English all the time?
No, en la parte del sueño que recuerdo, estaba soñando con que mi padre, intentaba explicarme, en español y sin éxito por cierto, porqué había decidido dejar de seguir hablándome en inglés.
Suerte!!!
P.S.: Algunas de las cosas que están escritas ahí arriba son ciertas y otras no. Sólo os confirmaré que, unfortunately, todavía no he soñado en otra lengua que no es la mía, y que fortunately, aún no voy al psicólogo por este asunto, pero del resto de cosas,… bueno, podéis intentar adivinar libremente. Quizá alguna de ellas os de la llave para encontrar una nueva forma de seguir aprendiendo sin esfuerzo.
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